miércoles, 28 de julio de 2010

"Antes lo estábamos haciendo bien, pero el proletariado ahora quiere a su mamá"

AUTÉNTICAS PERLAS:

Si los ciudadanos perciben a nuestros proyectos estrella como bulímicos elefantes blancos, la factura que nos pasarán en 2011 será abultada y vengativa.

Una ciudadanía que tiene unas preocupaciones muy diferentes de las que tenía en 2007. La ciudadanía ya no premia tener altas miras para mi ciudad:

En 2009, lo que espero es que los gestores urbanos se dejen de macroproyectos y se preocupen por mí. Que me cuiden, me protejan y me den calor y amparo. Que lo necesito… y mucho.

Esta transformación es radical: lo que antes era motivo de orgullo ahora es motivo de polémica o suspicacia sobre la idoneidad de la inversión.

El nuevo modelo es de corte más femenino, basado en la ética del cuidado. 

Se puede hablar de un nuevo modelo de diseño de estrategias urbanas: se ha pasado de un modelo masculino a uno femenino, de uno de basado en la ética de la justicia a otro basado en la ética del cuidado.


-vía ecosistemaurbano.org (las tachaduras y cursivas son anotaciones mías).


¿qué hacer cuando mis proyectos estrella se convierten en elefantes blancos?
Después de un invierno especialmente intenso en contactos con gestores públicos de las principales ciudades, el resultado es bastante claro: nuestros gestores urbanos están desconcertados y sorprendidos. Perciben que las reglas del juego han cambiado.
El problema es que los proyectos estrella de las ciudades se han convertido, de la noche a la mañana, en elefantes blancos. En la antigua Siam los elefantes blancos eran sagrados y un símbolo de poder real: cuantos más elefantes tenía el rey, mayor era su estatus. Hasta ahora, los ambiciosos proyectos de nuestras ciudades se regían por esta misma regla: mi ciudad para competir en la nueva arena global necesitaba dotarse del mayor número posible de elefantes blancos. Estos elefantes blancos urbanos responden a una amplia tipología que va desde edificios icónicos a eventos de talla global.
Sin embargo, cuenta la leyenda que cuando los reyes de la actual Tailandia no estaban contentos con un súbdito, le regalaban un elefante blanco. El súbdito debía darle comida especial y permitir el acceso a aquellos que quisieran venerarlo, lo cual tenía un coste que muchas veces arruinaba al súbdito. Por eso, en inglés y en francés la expresión elefante blanco es atribuida a posesiones que tienen un coste de manutención mayor que los beneficios que aportan o aquellas que proporcionan beneficio a otros pero que a su propietario únicamente le ocasionan problemas.
Lo que está pasando es que los ciudadanos empiezan a ser más críticos con los proyectos estrella y emerge – catalizada por la crisis económica – una pregunta: ese seductor elefante blanco… ¿qué beneficio me reporta a mí como ciudadano? Esta nueva sensibilidad nos plantea el dilema de seguir adelante o dar marcha atrás ahora que todavía estamos a tiempo. Un dilema arriesgado porque si los ciudadanos perciben a nuestros proyectos estrella como bulímicos elefantes blancos, la factura que nos pasarán en 2011 será abultada y vengativa.
Nuestras ciudades están gobernadas en torno a programas de gobiernos elaborados en un mundo muy diferente del que tenemos ahora. Adaptar mensajes, cambiar estrategias, rediseñar políticas urbanas y, sobre todo, comunicarlas de la forma adecuada va a resultar una obligación para obtener el respaldo de una ciudadanía que tiene unas preocupaciones muy diferentes de las que tenía en 2007.
En el año 2007, el urbanismo era el motor – humeante y sobrecalentado pero aún potente – de nuestra economía y de las finanzas municipales. El fin de ciclo se podía olfatear pero, como suele ocurrir, nadie tenía mucho interés en dar crédito a los agoreros ni a los aguafiestas. No obstante, comenzaba a notarse una cierta saturación frente a la que se reaccionó con una mayor ambición, con unas políticas urbanas más agresivas. Los proyectos estrella – los elefantes blancos – crecieron exponencialmente – las más de las veces como escuderos de desarrollos con una finalidad netamente inmobiliaria.
En 2007, cuando el pleno empleo estaba a tiro de piedra y el milagro español en su apogeo, este modelo, sin ser perfecto, disfrutaba de un importante grado de consolidación. Como decía Alfonso Paso, cuando una obra funciona no hay que cambiar ni la moqueta. Y el modelo aparentemente funcionaba. Digo que funcionaba porque a través del recurso al suelo se compraba y alimentaba un número creciente de elefantes blancos para mayor gloria de la ciudad. Y digo que aparentemente porque el resultado final han sido ciudades feas e insostenibles medioambientalmente, pobladas de un stock de viviendas fantasmas de dimensiones inciertas: una hipoteca – en sentido real y figurado – cuya digestión va a resultar molesta y laboriosa.
Pero, hoy en día, este modelo se ha quebrado. Se ha quebrado por dos razones. La primera porque es insostenible desde el punto de vista financiero: el suelo no es hoy un recurso económico para nuestras ciudades y seguramente no vuelva a serlo en unos cuantos años. La segunda porque aunque nos lo pudiéramos permitir – que no podemos – los ciudadanos reclaman hoy, de repente, algo distinto: menos ambición, menos poner mi ciudad en el mapa, menos edificio icónico y más soluciones a sus problemas – también a nivel local –.
Hoy en día, dedicar recursos a proyectos no directamente ligados con el mantenimiento de la competitividad de una ciudad o con el cuidado a las necesidades sociales que la crisis está generando es poner en manos de la oposición política, de los medios locales y/o de los ciudadanos un argumento difícil de contrarrestar: mi ambición hace que me olvide de cuidarte. Un error que puede resultar fatal: la ciudadanía ya no premia tener altas miras para mi ciudad. Eso queda para tiempos de bonanza, es un lujo propio de niños ricos y precisamente acabamos de despertar con dolor ante la realidad de que, aunque llegamos a creerlo por un tiempo, no lo somos.
En 2009, lo que espero es que los gestores urbanos se dejen de macroproyectos y se preocupen por mí. Que me cuiden, me protejan y me den calor y amparo. Que lo necesito… y mucho. (¿Esto es lo que dice un ciudadano? ¿Cómo puede ser tan egoísta el ciudadano? ¡Ni que la ciudad fuera remotamente suya!)
La teoría de Darwin dice que no sobreviven las especies más fuertes ni las mejor dotadas sino aquellas que son más reactivas ante los cambios. 2011 será sin duda una demostración palmaria de que sus teorías siguen vivas. Para reaccionar ante el nuevo escenario, es importante establecer un modelo que nos ayude a entender las transformaciones que se han descrito con las que estoy seguro el lector coincidirá. O dicho de otro modo, ¿cuál es el nuevo patrón de estrategias urbanas que emerge de este nuevo entorno, de estas nuevas expectativas de los ciudadanos?
Seguramente hay otras y mejores pero a mí ésta me está resultando sumamente útil. Así, como puede verse en el cuadro adjunto, el modelo vigente hasta ahora se basa en los estereotipos asociados a lo masculino y a la ética de la justicia: la ambición de poner la ciudad en el mapa mediante proyectos estrella orientados hacia el exterior y comunicados de manera global y masiva.
(...)
Frente a este modelo, el nuevo modelo es de corte más femenino y basado en la ética del cuidado (WTF??? ¿Cuando piensa en una mujer ve un ama de casa o una maestra de escuela?): las políticas urbanas se hacen menos agresivas y ambiciosas. Proteger a mis ciudadanos con mimo maternal y cuidarlos comprendiendo que tienen diferentes necesidades, enfatizando en las políticas sociales, orientadas hacia dentro, demostrando mi vocación de servicio adaptándome a una diversidad que requiere de una atención a medida.
En este primer número de una aventura tan necesaria y apasionante como es CIUDAD SOSTENIBLE he querido aventurar algunas conclusiones que compartir con sus flamantes lectores sobre este cambio aún en ciernes.
Hay un cambio fuerte en la forma en la que los ciudadanos valoran las políticas urbanas: lo que yo deseo que haga mi ciudad por mí se ha modificado sustancialmente. Esta transformación es reciente pero tan potente que está aquí para quedarse.
Esta transformación es radical: lo que antes era motivo de orgullo ahora es motivo de polémica o suspicacia sobre la idoneidad de la inversión. Se puede hablar de un nuevo modelo de diseño de estrategias urbanas: se ha pasado de un modelo masculino a uno femenino, de uno de basado en la ética de la justicia a otro basado en la ética del cuidado. (!) (Femenino vs. masculino, cuidado vs. justicia).
Las ciudades que no adapten sus políticas al nuevo modelo verán cómo sus ciudadanos les dan la espalda: la conceptualización propuesta puede ser una herramienta útil para comprender la naturaleza del cambio y adaptarse a él.
Desde CIUDAD SOSTENIBLE estamos a vuestra disposición para aprender juntos y para poner a vuestra disposición el conocimiento obtenido trabajando para ciudades que han asumido esta necesidad de cambio, que han sabido verla como una oportunidad.
El momento es, sin duda, apasionante.
Gildo Seisdedos escribiò este articulo para el primer numero de la revista Ciudad Sostenible.


Gildo Seisdedos

Director de la Cátedra Madrid Global de Estrategia Urbana Internacional. Director Técnico de mercoCIUDAD. Miembro del City Reputation Lab IE Business School.


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