Lo que hace falta para ello es no despojarla de vida y hacerla tentadora.
Indudablemente, también resultará socialmente atractiva.
El problema con el que nos hemos encontrado hoy en día es que, resulta que separar desde el urbanismo vida y trabajo conduce inevitablemente a
que en ninguno de los dos ámbitos haya vitalidad alguna.
Las zonas residenciales de las afueras, por un lado, se convierten en extrañas
comunidades de silenciosas viviendas dormitorio; no son más que el lugar
donde se duerme. Los centros de trabajo, por otra parte generan espacios de acceso restringido que parecen barrios abandonados cuando cae noche.
-Extrayendo algunas reflexiones del libro "Diarios de bicicleta", de David Byrne.
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