Vida country vs. urbanófilos
Artículo de Miguel Jurado vía Clarín.com
ESTILOS DE VIDA: ESTÁN LOS QUE PREFIEREN LOS BARRIOS CERRADOS
Y AQUELLOS QUE SIGUEN ELIGIENDO LA VIDA COTIDIANA EN LA GRAN CIUDAD.
"¡Esto es el Paraíso!”, exclamó Manteca (nuestro arquero), en una de sus clásicas salidas a destiempo. Gastón se infló como galleta en el agua. Hacía semanas que estaba planeando un asado con el equipo de los sábados para mostrar su casa en el country. El motivo de su orgullo eran trescientos metros cuadrados de construcción, a mil y pico de dólares el metro, abundante jardín, pileta y una parrilla en el fondo que me esperaba para hacer el asado. Pero si lo que esperaba Gastón eran sólo halagos, se equivocaba. La comitiva era un grupo difícil. Allí estaban el Gallego y el Cuervo (con fina capacidad de análisis izquierdoso), el Pera (decididamente trotsko) y Nacho (opositor todo terreno).
Mi condición de parrillero, a 20 metros de la mesa, me privó de los momentos más jugosos del debate. Pero, si no me equivoco, la discusión empezó con la picada; cuando Gastón, con aires de suficiencia, terminó su alegato sobre la calidad de vida del country y los problemas de ruido, smog, estrés y seguridad que tiene la ciudad. “Ni hablar de los chicos, en el Centro, salen a la calle y no sabés si vuelven”, remató sin reparar en que sus invitados éramos todos bichos de ciudad. “Es así, en Buenos Aires ya no se puede vivir”, asintió Manteca. El Cuervo no aguantó más y le gritó: “¡Dejá de chuparle las medias a Gastón que igual vas a comer!”. “No, no, es cierto –salió en su defensa el dueño de casa–, acá vivís como cuando éramos chicos, con la puerta de tu casa abierta, las llaves del auto puestas y los pibes jugando en la calle”. “Sí, y un ejército parapolicial custodiando el alambrado del country”, acotó el Gallego. Fue entonces cuando se sumó el Pera alegando que las urbanizaciones cerradas se construyen junto a barrios que no tienen cloaca ni agua potable y que la vigilancia privada compensa la paranoia típica de ricos que viven rodeados de pobres.
Me fui a ver la parrilla y, cuando volví con los chorizos, la discusión era una brasa caliente. Quise apagar el fuego y con tono doctoral expliqué que los barrios cerrados son un fenómeno global. Existen en muchos lados con nombres distintos: gated communities , en los Estados Unidos; condominios, en Chile; condominios fechados, en Brasil, y countries, acá. Me guardé para mí que siempre son una solución residencial para gente que ya no cree que la ciudad tradicional pueda contener las diferencias sociales.
Nadie me dio pelota. La discusión ya había dividido al equipo en dos bandos: los “vida country” y los “urbanófilos”. Nacho gritaba que las generaciones criadas en countries no se saben manejar en la ciudad y viven con miedo de todo lo que está afuera de su gueto de clase alta. Gastón replicaba que toda la superficie sumada de countries y barrios cerrados ya es el doble que la Capital Federal y eso, por algo es. Manteca reclamaba el derecho de la gente a vivir en contacto con la naturaleza.
Mientras servía el asado, recordé que en los años treinta, las clases altas tenían casas en los countries para pasar el fin de semana y que, a partir de los 80, esa costumbre se extendió a sectores de la clase media, para convertirse en su residencia permanente durante los noventa. Entonces introduje la idea de la socióloga Maristella Svampa de que la proliferación de countries y barrios privados muestra la fractura social que experimentó la Argentina desde los 90. Fue como echar más leña al fuego. “Ahora es todo culpa de Menem”, soltó Gastón. El Gallego aseguró que en los 90 se quiso acabar con la idea de que la heterogeneidad socioeconómica puede compartir el mismo ámbito urbano. “Tu country globalizado está matando lo que fue el modelo social de la clase media argentina: el barrio, la plaza y la escuela pública”, se despachó Nacho. El incendio parecía incontenible.
Al final, la buena carne (bien hecha) y el generoso vino salvaron la tarde. Durante el obligado chapuzón general en la pileta, Manteca se acercó y me dijo: “Mira cómo se divierten. Se quejan, se quejan, pero en el fondo, a todos les gusta el country”.
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