domingo, 28 de abril de 2013

Urbanismo de Riesgo

 En un reciente artículo, publicado a principios de este mes (¿Para qué sirve un espacio natural?) explicábamos algunos casos en los que la mano del hombre era responsable directa no de algunos desórdenes climáticos, sino de sus efectos como desastres naturales. Hablábamos del caso de Nueva Orleans con el huracán Katrina y reflexionábamos acerca de los recursos económicos que Estados Unidos empleaba para solucionar los inconvenientes que le creaban estos desórdenes.
 Bien, llegábamos a la conclusión entonces de que las víctimas de un cambio climático pertenecerán al "mundo en desarrollo", puesto que no todas las economías estatales son tan ricas como la de Estados Unidos.

 Ampliando este cuadro hoy, en ese mundo en desarrollo tenemos lo que Raquel Rolnik denomina "Urbanismo de Riesgo" (el marcado por la inseguridad tanto del terreno, como de la construcción y de la condición jurídica): asentamientos precarios en terrenos frágiles o en áreas simplemente no urbanizables, como las laderas escarpadas o las vegas inundables.
 Sus pobladores se convertirán, por tanto, en posteriores víctimas de los desastres naturales provocados por desórdenes climáticos. Seguro que lo vemos de diferente manera si, en lugar de acogernos al futuro, nos remitimos a los casos de desgracias sucedidas en nuestro pasado reciente por permitir la construcción en zonas inundables.

 Por decirlo de otra forma, el problema que encaramos no es el de los desórdenes climáticos y su responsabilidad sino el de sus efectos como desastres naturales.

 En teoría, no puede existir una situación de desastre si ocurre un suceso natural extremo pero no afecta en ningún aspecto a una población. Estaríamos hablando pues, no tanto de riesgo de una amenaza natural, como de vulnerabilidad frente a ella. Así, es la combinación vulnerabilidad-amenaza la que determina la condición de desastre y no sólo la amenaza por sí misma.
 Aquí, os compartimos el texto de Vicente Sandoval (PhD Student at Development Planning Unit, University College London, para Plataforma Urbana) al respecto:
"La ubicación de la población, en relación a las diferentes amenazas naturales presentes en el territorio, es una de las variables más importantes al momento del desastre. Por ejemplo, durante el huracán Katrina en el 2005, en EEUU, el 70% de los barrios inundados correspondía al 90% de la población más vulnerable de la ciudad de New Orleans: gente con bajos ingresos. Sin embargo, la ubicación no es la única variable importante en la evaluación de la vulnerabilidad, otras son: la calidad del entorno construido, la provisión de infraestructura y servicios básicos, acceso a asistencia sanitaria, educación y seguridad, la posibilidad de asegurar los bienes, tener ahorros, y pertenecer a redes sociales y familiares que ayuden a absorber los impactos del desastre. Todas éstas variables que se cruzan con la ocurrencia de un evento natural extremo son determinantes para definir el nivel de riesgo en el que se vive o el nivel de desastre. Sin embargo, éstas poco tienen que ver con la naturaleza como tal, están más bien sujetas a factores sociales, económicos y políticos." 
 En resumen, que la problemática de los desastres naturales no está causada por el suceso fenomenológico, sino por la situación de debilidad de una población que se ve en la necesidad de hacerle frente a dicho suceso.

¿Y por qué deberíamos prestar atención a ese Urbanismo de Riesgo?

 Lo explicaremos con unas cifras ofrecidas por Massimo Cacciari en su obra "La ciudad" (de la que disponemos de una reseña):
 En 1950 había 83 ciudades en el mundo con mas de 1.000.000 de habitantes y de ellas 50 se encontraban en los países industrializados. En la actualidad hay 300 ciudades con mas de 1.000.000 de habitantes y en su mayor parte se encuentran en los países pobres. En el año 2015 habrá 33 ciudades con una población superior a los 20.000.000 de habitantes y 27 de ellas se encontrarán en los países pobres. ¿Cómo estarán hechas? 
 Si extrapolamos a partir de la situación actual, sería demasiado fácil preverlo: vastísimas áreas arquitectónicamente indiferenciadas, rebosantes de funciones representativas, financieras y directivas, con apilamientos alrededor de áreas periféricas residenciales, "guetizadas" unas respecto de las otras, con zonas comerciales para masas y restos de producción manufacturera; todo conectado por "acontecimientos" ocasionales.
 Este conjunto es, a todas luces independiente de toda lógica urbanística y administrativa.

Sin embargo, queda un resquicio para la esperanza:

 Por primera vez en su historia, Río de Janeiro procederá a nombrar las calles de algunas de sus favelas. La existencia en ellas de vías sin nombre es una situación que se arrastra desde hace décadas y que se explica, en parte, porque estos asentamientos ni siquiera existen en los mapas oficiales: un decreto de 1937 los reconoce como un “fenómeno transitorio”, a pesar de que hoy habitan en ellos más de dos millones de personas.
  Esta simple actuación urbanística quiere decir que esos habitantes serán reconocidos como ciudadanos, lo que no sólo tiene una importancia meramente nominativa, puesto que antes ni siquiera formaban parte de las estadísticas.


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