Desde sus inicios como objeto de estudio, diferentes teorías han intentado explicar la estructura de la ciudad a través de modelos regulares; aunque hasta hoy ninguna de ellas ha resultado ser para el urbanismo lo que los modelos atómicos para la física.
La primera aproximación fue la que podemos llamar ecológica (pergeñada por sociólogos y antropólogos urbanos), basada en la competencia por el espacio (planteamientos socio-ecológicos).
Posteriormente, con el desarrollo del capitalismo surgió la vertiente económica, que preconizaba que la distribución en el espacio urbano se basaba en el principio de optimizar los beneficios económicos.
Más recientemente se está intentando la aproximación estadística, utilizando modelos matemáticos cuantitativos; es la gran solución que propone el nuevo movimiento de Smart Cities, el manejo de lo que se conoce como "big data".
Aunque se hayan presentado muy someramente, y a pesar de que han aportado indudables avances al estudio, todas las teorías resultan fallidas al no ser universales, sólo aplicables a ciudades y, sobre todo, períodos concretos de tiempo. Carecen de contexto sincrónico (es decir, de continuación en la evolución temporal),
lo que ha impedido llegar a un acuerdo científico (paradigma) sobre la estructura de la ciudad; esto ha menoscabado la reputación científica del urbanismo o la urbanología.
A diferencia de la fisonomía (o forma), la estructura de una ciudad se preocupa no sólo de las propiedades sino, sobre todo de las
relaciones de sus diferentes elementos. Podemos decir que, a
nivel objetivo, esto es una cuestión más importante que una simple
observación de la forma urbana porque, al final, la
forma sigue a la función.
Con todo lo expuesto, se ha llegado a afirmar que el objeto de estudio debería desplazarse de la "estructura" de la ciudad para ser el de la "experiencia" de la ciudad. Pero esto, a día de hoy, tristemente carece de más herramientas científicas aún.
Quizás se debería cuestionar entonces el concepto de ciudad. Tal vez, el fallo es considerar la ciudad como un todo diferenciado y jerarquizado. No tiene por qué ser así, se trata más bien de piezas o conceptos que acaban formando parte de una unidad administrativa.
Es difícil ponderar un funcionamiento no estático ni tampoco lineal que, además, no tiene por qué reflejarse en su fisonomía. Hace años, investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid publicaron un trabajo de definición y distinción de "Barrios Funcionales" (RE-HAB, Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio) que permitían una mejor articulación de las actuaciones en la ciudad.
Con todo lo expuesto, se ha llegado a afirmar que el objeto de estudio debería desplazarse de la "estructura" de la ciudad para ser el de la "experiencia" de la ciudad. Pero esto, a día de hoy, tristemente carece de más herramientas científicas aún.
Quizás se debería cuestionar entonces el concepto de ciudad. Tal vez, el fallo es considerar la ciudad como un todo diferenciado y jerarquizado. No tiene por qué ser así, se trata más bien de piezas o conceptos que acaban formando parte de una unidad administrativa.
Es difícil ponderar un funcionamiento no estático ni tampoco lineal que, además, no tiene por qué reflejarse en su fisonomía. Hace años, investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid publicaron un trabajo de definición y distinción de "Barrios Funcionales" (RE-HAB, Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio) que permitían una mejor articulación de las actuaciones en la ciudad.
Al fin y al cabo, técnicamente, la mayoría de las ciudades con que nos encontramos tienen una trama heterogénea; es decir, que combinan varias tipologías como consecuencia de renovaciones urbanas, períodos de expansión económica, etc.
¿Debería la técnica dedicarse a intentar constatar un concepto administrativo?
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